Acercaba su cara con las manos y sus labios esperaban los míos con es manera tan suya de humedecerlos antes de sentir el roce de los míos.
Y llegaba el verano, un verano tórrido entre sus labios.
Besos largos y húmedos, entrelazando las lenguas en un tango desnudos entre sábanas.
Pero nunca se quedaba y llegaba un melancólico otoño a mi mirada, mientras su figura se perdía entre la gente que paseaba por aquel parque.
Invierno, frio, solitario, abrazándose y dejándote helado en ausencia.
Nunca duraba demasiado, siempre volvía la primavera.
Era su promesa...