jueves, 19 de enero de 2017

CARNAVALES EN VENECIA - Por Alice

Desde el mismo momento en que dos almas se sonríen al mirarse, se pertenecen...
Y es lo que a ellos les pasó cuando se cruzaron en aquel baile de máscaras. No hizo falta mediar palabra. No hizo falta ningún gesto que los delatara. No hizo falta ninguna promesa que les atara. Estaban destinados a encontrarse y solo había que esperar que sucediese.

La habitación olía a una mezcla dulzona. Y ella no sabía si había sido casual o también el destino había elegido aquel aroma. Pero parecía que aspirar aquel olor la embriagaba.
Aunque igual no era el olor y era el entorno. Aquel hombre misterioso delante de ella. Su máscara, su porte, sus manos, su piel y la sola idea de pertenecerle la estaban volviendo loca. 
Deseaba tanto a aquel desconocido, que no sabía si la simple idea de que precisamente fuese un extraño la excitaba aún más. Por eso cuando le quitó la máscara, le descubrió los hombros y dejó que su vestido cayese a sus pies y sin ningún reparo se deshizo de su corpiño, no le importó en absoluto mostrarse desnuda, simplemente con sus medias de encaje a medio muslo, y sintiendo como sus pechos se mostraban deseosos ante él.
No hubo preliminares. Una mano agarraba fuerte su pecho derecho, mientras la otra buscaba hallar el lugar de donde emanaba tanto calor. Y un gemido le hizo entender que lo había encontrado.
Fue rítmico, pero pausado. Sin agresividad, pero sin muestras de cariño. No hubo besos de amor, pero muchos de pasión. Eran dos extraños dándolo todo. Y fue perfecto porque el anonimato les protegía del compromiso, del miedo a enamorarse, de la incógnita de si volvería a repetirse. 

Qué poderosa es la imaginación cuando la dejamos a su antojo. Cuando no nos empeñamos en obtener respuestas, simplemente la dejamos actuar guiada por sus impulsos. Y quizá es lo que a la realidad le falta, y a la vida le sobra... Imaginación
No saber, desconocer, no tener tantos datos, encubrir la realidad con ilusión, maquillar la vida con los colores de los sueños, soñar que el baile de máscaras ha comenzado cada día de nuevo.


CARNAVALES EN VENECIA - Por JsMastropi

Una góndola atraca en un pequeño muelle al lado del puente que da a un gran palacio.

Un hombre se baja de la góndola y se dirige al palacio cruzando el puente. Entra y se desprende de su abrigo.

Mira la sala abarrotada de gente conversando. Busca su máscara entre los asistentes. La encuentra al final del enorme salón y camina hacia ella sin detenerse, con paso firme, sin detenerse a saludar a quienes salen a su paso.

Se acerca a ella, hace una ceremoniosa reverencia y le ofrece su brazo cuando suena la música.

Todos observan a la pareja de enmascarados bailar. Se unen poco a poco hasta llenar la sala mientras que el caballero acerca su cara a la de ella y le susurra unas palabras al oído, vuelve a ofrecerle el brazo y desaparecen por una de las puertas del fondo.

Caminan por un largo pasillo solitario, en silencio. Abre una puerta y la invita a entrar. Cierra la puerta y su máscara desaparece, levanta la de ella y sus labios se encuentran.

Un beso largo, húmedo, caliente. Sus manos empiezan a abrirse paso entre la ropa. Desprende su vestido que se precipita a sus pies, desata los nudos que sujetan su corpiño y sus manos ya avanzan hacia sus pechos.

La gira, la contempla apenas vestida con unas medias a medio muslo. Se desnuda ante sus ojos, la lleva a un diván que decora la habitación y la tiende sobre el.

- Llevo tiempo esperando este momento.
- Eras inevitable.

Sus besos vuelven a apoderarse de su boca, sus piernas se enredan sobre su cintura y de una fuerte embestida, la posee con toda su ansia... 


sábado, 14 de enero de 2017

CORAZAS



Y finges...

Y no te cansas de fingir, porque crees que tu coraza te protege y no te aísla. Crees que ser un hombre de hielo solo te mantiene frío por fuera, sin darte cuenta que hace mucho que te congelaste también por dentro. Crees que los impulsos son los que dirigen tu vida, cuando lo único que hacen es cambiar constantemente el rumbo de la misma. 

Y te pierdes...
Te pierdes tantas palabras que cambias por silencios. Te empeñas en taparle la boca a tantos y tantos sentimientos que tu corazón se ha cansado de sentir y ya simplemente se dedica a latir para mantener tu cuerpo caliente.

Y te da igual...
Te da igual porque sin rumbo da igual hacia donde te lleve el destino. Hoy amaneces varado en un cuerpo distinto al de ayer y simplemente sonríes por haber amanecido. Valoras el día que llega pero jamás das importancia al que pasa.

Y eres feliz...






PERFECTAMENTE IMPERFECTA

Tan perfecta que no te escondes...

Que no temes que tus taras queden al descubierto. Que no temes que tus latidos te delaten. Que no te asusta quitarte la ropa y que todos vean que debajo hay piel.

Y te da igual... No te importa mostrarte tal y como eres mientras el reflejo de lo que muestras sea fiel a esa imperfección que te hace perfecta. 

Y te da igual... Que te critiquen y te hagan burla, porque mientras tú sepas quien eres, los demás que opinen, que pierdan el tiempo mientras tú sigues aprovechando sus minutos y segundos.

Y te da igual... Que te rocen mil tormentos mientras ninguno sea lo suficientemente fuerte para arrancar tus pies del suelo. De ese suelo que te permite volar sin despegar los pies de la tierra.

Eres perfecta. Porque imperfecto sería darle bombo y platillo a algo tan común como ser uno más en este mundo de imperfecciones.




lunes, 9 de enero de 2017

DENTELLADAS EN EL ALMA

Es incomprensible cómo la nostalgia se apodera de uno, cuando sin saber qué se echa de menos, se siente su dentellada en el alma.

Hay días en que apuesto por sonreír sin límites, pero otros como hoy, me dan arcadas solo de pensar en sonreír a cualquiera. Porque aunque parezca gratis o pueda resultar barato, nada cuesta más caro que una decepción cuando lo que esperas es que te devuelvan una sonrisa. Pero como todo en esta vida, nada depende de uno más que lo que se siente de piel para adentro... y en esto de sentir, como digo yo, me llevo la palma.

Y una vez más compruebo que doy en exceso, y que hay que medir más lo que se siente. Aunque para arrepentirse siempre hay tiempo.